se expone en los capítulos históricos de este libro, las colonias de Suramérica no tuvieron bajo la dominación española libertad política ni económica. Y después de alcanzada la independencia, todas las fuerzas se concentraron durante decenios, también en Colombia en la forma y perfeccionamiento del poder público, en tanto que los problemas económicos quedaron las más de las veces a merced del azar o de la eficacia de empresas extranjeras. La falta de compresión existente en Colombia para las tareas yfines económicos del país se hizo manifiesta no en ehúltimo término en cuanto a su posición frente al exterior. Puede muy bien afirmarse que hasta principios de nuestro siglo, e incluso hasta la guerra mundial; Colombia vivió encerrada en sí misma —en medida más o menos notoria- y no fue afectada por los acaecimientos internacionales. De hecho, ninguno de los productos de este país era tan imprescindible que el mundo necesitaraproveerse de ellos a toda costa. Las altas finanzas, por su parte, tuvieron suficientes zonas donde invertir su dinero, y ello con riesgos probablemente menores y con las mismas perspectivas de beneficio. Todo esto, favorecido ahora por diversas circunstancias, se ha cambiado enormemente en los últimos años. De un lado, no dejó de producir impresión el hecho de que Colombia no hubiera sufrido revolución alguna desde 1903 y que desde esa fecha se hubiera ido amortizando con la más pulcra exactitud la deuda pública. La general convicción de la necesidad de la paz para alcanzar el bienestar propio, creó en el país mismo la mejor base para elflorecimiento económico. Más tarde, además, el afán de los Estados Unidos de desplegar una actividad capitalista en Suramérica coincidió con la necesidad colombiana de ampliar sus carreteras yferrocamies, y con el descubrimiento de su riqueza petrolífera. Colombia, que además supo conservar las antiguas relaciones con Europa, se destacó súbitamente y de modo notable con los esfuerzos de las grandes potencias dirigidos a Suramérica.
La siguiente ojeada a las cuestiones económicas de índole interior y exterior que han de ser afrontadas por Colombia pretende, no en último lugar, llevar a la convicción de la persona que se halla al margen de estos problemas lo d!fícil que para un país, valga la expresión, soiprendidoporeldesarrollo económico, resulta dirigir debidamente la explotación de los tesoros de su suelo y no ser víctima de la propia riqueza.
La exposición de la enmarañada historia económica de Colombia entre los años 1884 y 1903 puede ser dejada aquí de lado, sin mayor perjuicio, pues las incesantes luchas políticas paraliza ron toda especie deprogresoy obstaculizaron en particular, la conversión en suelo cultivable de grandes extensiones de terreno adecuadas para la colonización. El acontecimiento de máxima importancia económica sobreviene el año 1903, en que el general Reyes, terminada la última revolución, puso fin a la economía del papel moneda introducida como consecuencia de todo aquel desorden. Por cada 100 millones de pesos papel que se retiraron de la circulación, invirtió Reyes tan sólo un millón de pesos oro. Esta medida era de una dureza inexorable; hoy día no nos pareceya cosa fuera de lo común, porque el apoyo a los valores monetarios en Europa después de la guerra de 1914 a 1918 reclamó sacrificios de muy superior cuantía. Pero entonces se tenía la impresión de que Colombia, enteramente empobrecida y casi sin rentas públicas, no podría restablecerse tan pronto de aquella forzada reforma monetaria. En realidad, casi ningún estado comercial de Europa tomaba entonces en serio la exportación a país tan poco conocido, cuya escasa capacidad adquisitiva apenas permitía hacer compras y que sólo lentamente se iba reponiendo de las heridas de las interminables guerras civiles. Pero dentro de la misma Colombia se estaba gestando entretanto una profunda transformación cuya importancia y consecuencias económicas, al principio, no eran ni siquiera calculables. Listos y emprendedores propietarios habían hecho intentos de plantar café en los repliegues de la cordillera, alcanzando en aquella tierra virgen rotundos éxitos. Colombia empezó entonces con el cultivo de café en gran escala y puso así las bases para un definitivo crecimiento económico. ¿Quién hubiera sospechado entonces que Colombia iba a ocupar hoy después del Brasil el primer puesto en la exportación cafetera y que llegaría a ser el mayor productor del llamado café suave? El espléndido clima propio de las faldas de las cordilleras, entre los 1.000 y 1.800 metros de altitud y con la rotación de las dos estaciones lluviosa y seca, permite la obtención de dos cosechas al año. Bajo los frondosos árboles que no pierden su follaje jamás, madura lentamente un fruto de máxima finura, pues no tiene la aspereza del café brasileño, que se cría en inmensos campos de superficie ligeramente ondulada y sin arbolado ninguno. Por último la baratura de la mano de obra permite aplicar al fruto, también durante la cosecha un cuidadoso tratamiento. De este modo el café colombiano ha logrado un buen nombre en el mercado mundial y está justamente reconocido como uno de los mejores productos de este ubérrimo país. Más dedos millones y medio de sacos, de 62 kilogramos y medio,fueron exportados por Colombia el año 1928, y como las plantas ya viejas no disminuyen en su rendimiento al tiempo que surgen de continuo nuevas plantaciones, apenas es controlable toda esta riqueza. Si el café puede mantener sus precios como en los últimos años, las perspectivas siguen siendofavora bies. Pero si, de modo semejante a lo acontecido con el azúcar empezara súbitamente a perder valor, ello acarrearía mucha miseria a Colombia. Por ello la preferencia de un producto de exportación constituye siempre gran peligro para el desarrollo de todo un país.
La situación económica de Colombia se había ido mejorando paulatinamente en el curso de los años, pero al estallar la guerra mundial, este país quedó también, de un golpe, aislado de toda comunicación con las naciones de allende los mares. Las potencias beligerantes necesitaban todos los buques disponibles para las travesías de mayor importancia, de manera que Colombia, que no tiene flota mercante propia, apenas recibía del exterior las mercancías más imprescindibles, yya no podía exportar su café. Las cosechas fueron almacenándose en el país, hasta que este riesgo fue a convertirsefinalmente en una ventaja, pues, acabada la guerra, todo el café alcanzó una demanda vertiginosa; el año 1919 señaló ventas gigantescas a precios nunca vistos. La libre exportación dio por resultado una balanza de pagos extraordinariamentefavorable, y el dólar US.A., cuya cotización era de 1023/4 por ciento en relación con el peso oro, descendió en enero de 1919 hasta e184. Pero pronto habría de cambiarla situación. Los viajantes de comercio llegados por entonces del exterior encontraron el pa ís desprovisto de toda clase de mercancías, y, a pesar de los elevados precios de la posguerra, no daban abasto con los pedidos. Se evidenció que la industria colombiana se hallaba todavía en sus comienzos, faltando allí las bases que permitieron a Argentina, Brasily Chile lograr su independencia económica durante una guerra que para Europa resultaba suicida. Los artículos comprados por Colombia con afán verdaderamente insaciable, empezaron a afluir al país y a ser rápidamente distribuidos por los diversos mercados, donde se vendían con altos beneficios. Pero aquella enorme abundancia de mercancías encontró tan desprevenidas a las comunicaciones, que la época de sequía de principios del año 1920 y el consecuente descenso de nivel en el Magdalena produjeron en los puertos del litoral congestiones de tráfico imposibles de imaginar por un comerciante europeo. Atestados muy pronto todos los almacenes y depósitos, hasta las más valiosas mercancías hubieron de quedar a la intemperie sin protección alguna, perdiéndose sumas de millones. Al no recibir sus pedidos los respectivos compradores, empezaron a incumplirse los pagos. Las cotizaciones de cambio ascendían sin cesar y el dólar llegó a estar a 127 en octubre de 1920; había subido, pues, cuarenta y tres puntos en dieciocho meses. En esos momentos estalló la crisis económica en todo el mundo, arrastrando también a Colombia. Los precios del café bajaban de forma continua. El comercio y el tráfico se hallaban enteramente paralizadós y cundía por todas partes profunda desesperación. Mas el comercio colombiano supo mantener en alto su honor y, en medio de los mayores sacrificios, saldó los compromisos con el extranjero. En aquellos años difíciles, las naciones exportadoras de Europa tuvieron, de cierto, con Colombia pérdidas relativamente muy escasas. Esa noble actitud dio, de otro lado, sus frutos, sirviendo de base al actual crédito del país.
Cuando enjulio de 1923 hubo de suspender pagos uno de los bancos más conocidos de Bogotá, el enérgico presidente Ospina dispuso una moratoria general de cuatro días, con lo que ganó el tiempo necesario para que la comisión de expertos norteamericanos en finanzas, poco antes llamada por él, pudiera fundar el banco nacional colombiano, Banco de la República. Esta nueva institución, a la que se otorgó el derecho exclusivo a la emisión de billetes y cuya primera reserva de oro fue traída en avión a Bogotá, intervino sin demora en la situación. Ya a los seis meses el peso se hallaba nuevamente a la par con el dólar; el país estaba salvado.
Al propio tiempo comenzaron a subir en el mercado mundial los precios de los productos del suelo, y a la cabeza de todos ellos el café. Esta posición de preferencia se explica principalmenteporel hecho de que los Estados Unidos, a causa de la ‘prohibición”, pedían mucho más café que antes. Por ello Colombia se rehizo con rapidez sotprendente de su conmoción económica. La trascendente y grave consecuencia de ello fue, sin embargo, que la suerte del país esté hoy indisolublemente ligada a los precios del mercado mundial y que ya no sea posible a Colombia dirigirporseparado su vida económica. Esta cuestión debería ser mejor considerada por los políticos y economistas colombianos. Pero, hasta ahora, los círculos influyentes de Colombia prestaron su atención sobre todo a los aspectos gratos de estas relaciones internacionales y trataron de obtenerde ello la posible utilidad. En este sentido, y después de haber disminuido considerablemente las antiguas deudas anteriores a la guerra, el Estado ha comparecido recientemente como prestatario en el mercado de dinero y—en el fondo, con íntima sorpresa de su parte- ha recibido, solícitamente y no muy caros préstamos de Nueva York. En los últimos tiempos se acudió de continuo a este sencillo medio de los empréstitos del exterior al objeto de encarrilar debidamente un desarrollo económico que, tomando al país con desenfrenado brío, sacudía de su largo sueño a todas las fuerzas inactivas y exigía abundantes cantidades de dinero. Si esta transfusión de sangre efectuada desde el exterior servirá para robustecer suficientemente a la economía de Colombia dándole fuerza para vivirporsí misma, es cosa que se verá en años venideros. Démonos hoy por conformes con describir este súbito proceso, al tiempo que indicamos sus consecuencias.
Hace unos cinco años sonó en Colombia esta consigna. “Cread para el país medios de comunicación y se abrirán posibilidades ilimitadas”. Esta llamada sacó de su letargo a las fuerzas latentes, pues hasta el indio analfabeto podía entender la trascendencia del propósito. Lo que para un país como Colombia había de significar semejante convicción, cuyo entusiasmo llegó al pueblo todo, sólo pueden juzgarlo exactamente los que han conocido la situación en los años de la anteguerra. Todavía en 1920 las cosas se encontraban en condiciones bastante parecidas a las descritas por el autor de El Dorado. En cuanto a vías férreas, sólo se habían construido unos 700 kilómetros, repartidos en distintos trechos no relacionados entre sí, y esto en un país treinta veces mayor que Suiza. Un tercio de estas vías se hallaban en manos inglesas, y sus ganancias limpias no constituían otra cosa que una contribución pagada al extranjero. No había, por así decirlo, ninguna ca rretera practicable para autos o camiones. De las ciudades arrancaban en d(ferentes direcciones no más que principios de caminos de, acaso, 5010 kilómetros de longitud; eso era todo. La única excepción era la carretera del Norte, construida por el eficaz y previsor general Reyes; esta vía arrancaba de Bogotá en dirección norte y llevaba a Belén de Cerinza, pasando por Tunja; su recorrido comprendía unos 250 kilómetros. La navegación por el Magdalena constituía la única arteria de comunicación relativamente organizada. Con un buen vapor y siendo alto el nivel del río, era posible llegar en diez días desde la costa Atlántica hasta Girardot.
Pero también ocurría a veces que, siendo malas las circunstancias, durase el viaje treinta y aún más días. Acerca del actual estado de la navegación fluvial proporciona más referencias el capítulo “Por el Magdalena “.
Hasta hace diez años, el viajar era, pues, en Colombia, cosa extremadamente molesta y pesada. Sendero y mula lo eran todo en la mayor parte de los itinerarios. En tal situación vino a ocupar el sillón presidencial, el 7 de agosto de 1922, Pedro Nel Ospina, hombre que dedicaría toda su capacidad de trabajo al progreso económico del país y a la ampliación de las comunicaciones. Había conocido los Estados Unidos en calidad de joven ingeniero, y era el primer Presidente de Colombia que después de la separación de Panamá experimentaba una cierta simpatía hacia aquella nación. Hg/o del presidente anterior Mariano Ospina, siguió siendo un fiel secuaz del partido conservador, pero su ideas eran menos rígidas que las defendidas por su padre. En breve tiempo se ganó Pedro Nel la confianza del pa ís y la oposición liberal le dejó actuar sin ofrecerle especial resistencia. Los cuatro años de su presidencia pueden ya calificarse como los más afortunados que ha vivido Colombia desde fines del pasado siglo. Con razón, Ospina quiso en primer lugar poner orden en el presupuesto del Estado antes de entrar a resolver los problemas de las comunicaciones. Y así hizo venir a Colombia una comisión financiera norteamericana bajo la dirección del profesor Kemmerer. Estos técnicos pudieron trabajar, de un lado, sobre la firme base de los 25 millones de dólares que a la sazón hacían efectivos los Estados Unidos en concepto de indemnización por la anterior ocupación de la zona del Canal de Panamá. De otro lado, las cámaras, bajo la impresión de haberse superado la crisis, se inclinaron a aprobar las innovacionesproyectadaspor la citada comisión ypor Ospina. Se contaba, pues, con las condiciones previas para realizar un trabajo provechoso, y la comisión se anotó un gran éxito. Otras varias comisiones extranjeras llamadas más tarde por Ospina en relación con asuntos de instrucción, aduanas, ejército, teléfonos, policía y régimen penitenciario fueron, desgraciadamente, menos afortunadas en su cometido, pues los proyectos aportados no eran de la misma urgencia. Las más trascendentes reformas de la Misión Kemmerer consisten, aparte de otros proyectos, en la fundación del banco nacional emisor (Banco de la República) y en la creación de un centro del tesoro con carácter independiente (Controlaría de la Nación). A estas dos instituciones hay que agradecer en gran parte el ingente desarrollo de los últimos años.
Sería prolijo detallar aquí la ley sobre creación y fines del banco nacional. Citemos únicamente que el banco se halla organizado como sociedad privada y que sus acciones son de tres clases. A). Acciones del Estado; B). Acciones suscritas por otros bancos, a causa de lo cual hubieron de participar también las sucursales de bancos extranjeros en Colombia, pues de lo contrario su esfera de negocios habría resultado legalmente reducida; C). Acciones adquiridas porpersonas privadas. De este modo se creó una gran reserva de oro, garantizándose en forma legal el cobro de los billetes de banco. La estabilidad de la moneda colombiana, estabilidad conseguida por ese medio, manifiestó en plazo brevísimo sus benéficos resultados, según indicamos anteriormente. Además la Dirección del Banco de la República ha realizado desde entonces en forma tan feliz el control del cambio extranjero, que en los últimos años el peso oro se ha mantenido a la par con el dólar, salvo insignificantes oscilaciones.
En estrecho contacto con el Banco de la República trabaja la Contraloría, por cuando ésta se ocupa de conservar el equilibrio entre los ingresos y los gastos. Sobre la base de los anteriores estados de cuentas, se formula en cada caso el presupuesto, contándose a lo sumo con el 10 por ciento de ingresos suplementarios y no pudiendo superar el total de los gastos al de los ingresos. Cuando e/presupuesto es aprobado por las cámaras, la Controlaría tiene el deber de vigilar el cumplimiento y, en especial, denegar todos los gastos que pasen de las sumas previstas. En los últimos cinco años, gracias al favorable desarrollo ecoflómico, los ingresos fueron regularmente mayores de lo presupuestado, de manera que las cuentas públicas cerraron siempre con superávit. Las provechosas consecuencias de estas reformas son, sin duda, claras para quien conoce las peculiares circunstancias de Suramérica. Los d!ferentes ministerios y otros organismos oficiales son objeto de limitación en su libre disponibilidad, con lo que el ciudadano contribuyente puede otorgarsu confianza a la administración pública.
Junto a estas medidas para el saneamiento del presupuesto nacional, se intervino también en la economía privada mediante la promulgación de una ley bancaria extremamente severa, que podría servir de ejemplo a algunos estados de Europa. La propia Controlaría está facultada y obligada a efectuar regularmente un control de la gestión de todos los bancos establecidos en el país. Los bancos, porsu parte, deben presentar semestralmente para su examen los correspondientes balances de negocios y publicarlos seguidamente en los diarios. Asi la parte inculta de la población comienza lentamente a tener confianza en los bancos y, porfin, usar de la posibilidad que se le ofrece de hacer imposiciones de ahorro con los correspondientes intereses a su favor. Hoy día la estructura económica del país es ya sana, y ello se debe no en último término a los proyectos de Kemmerer, cuyas reformas, después de algunas mínimas mod!ficaciones, han dado espléndidos resultados.
De los 25 millones de dólares que recibió Colombia de los Estados Unidos como reparación por la pérdida de Panamá, el Gobierno ingresó 5 millones en el Banco de la República, obteniendo, como indicamos antes, un gran resultado. La mayor parte de la indemnización, de acuerdo con las directivas del Presidente, fue adjudicada al Ministerio de Obras Públicas. Pero, según criterio general, los órganos legislativos cometieron en este punto un lamentable error, pues en el ministerio tan generosamentefavorecido faltaba un plan de envergadura para la debida inversión de los fondos. En vez de aplicar sistemáticamente aquellos millones en obras de pública utilidad, sin tener en cuenta intereses personales o de partido ni tampoco aspiraciones demasiado locales, se desparramó toda la riqueza; en vez de emprender uno tras otro los diversos proyectos, se empezó a trabajar simultáneamente en los lugares más distintos. Con casi pueril impaciencia, cada departamento se apresuraba a reclamar su propio ferrocarril, hasta que las autoridades, mareadasporta ntas peticiones, terminaban por decir que sí a todos. Así se dilapidaron dineros y energías, y al cabo de algunos años de enormes dispendios, los resultados positivos son más bien escasos. Además, eso poco que se hizo sirve por hoy tan sólo a necesidades localmente limitadasi, y las diferentes partes del país se ven, como antes, abandonadas a sus propios medios. Bogotá sigue sin poder prolongar su ramal férreo hasta el caudaloso tramo inferior del Magdalena. Cartagena está construyendo el Ferrocarril Central a través de las fértiles llanuras del departamento de Bolívar, pero todavía no ha podido establecer el enlace con el departamento de Antioquia. Medellín quería extender su vía férrea en dirección Oeste hasta el río Cauca, empalmar allí con el ferrocarril del Pacifico; mas para eso habrán de transcurrir aún muchos años de esforzados trabajos. Sólo Manizales concluyó tenazmente su vía férrea, y en Cartago estableció el enlace con el citado Ferrocarril del Pacífico, de modo que en determinados días puede viajarse desde Manizales hasta Buenaventura, o sea hasta el mar.
Las dificultades que se oponen en Colombia a la realización de los proyectos de vías de comunicación, son de magnitud extraordinaria. Contribuye a esto que el arrollador progreso experimentado por el tráfico moderno en todo el mundo, ha encontrado a Colombia en un estado que corresponde al Europa a mediados del siglo XIX. El observador imparcial reconoce que el clima y las condiciones del suelo dificultan, sin duda, en Colombia al desarrollo del tráfico, pero que no por eso constituyen obstáculos insuperables. Al colombiano, en cambio, le cuesta liberarse de las realidades actuales, aunque también élse halla convencido de la formidable capacidad de desarrollo y del gran futuro de su país. Así ocurre, desgraciadamente, que los ingenieros, al establecer el trazado de una línea férrea, no siempre escojan el recorrido que técnica y económicamente sea el mejor, debiendo atenerse a toda clase de circunstancias políticas y llevar la vía de población en población, cosa que a menudo resulta suma»wnte inadecuada. Muchas ciudades pequeñas y pueblos situados en el campo podrían muy bien progresary crecersin necesidad de hallarse precisamente enlazados a las principales vías de comunicación. En cambio, una vía de recorrido más correcto podría hacer accesibles en poco tiempo regiones favorablemente situadas aunque todavía poco pobladas. Y entonces sería posible ofrecer buenas tierras a la tan deseada inmigración de granjeros y colonos de sanas características. Sin cuidarse de ello, los colombianos siguen construyendo preferentemente hoy día pequeñas vías de acceso que irradian en forma oblicua desde el Magdalena a las ciudades; al hacerlo no piensan que los españoles, en su tiempo, establecieron los poblados con puntos de vista de muy distinta índole.
Necesaria es, ante todo, una “línea del Norte” en la Cordillera Oriental, que enlace la Sabana de Bogotá con las fértiles altiplanicies de Boyacá y baje luego a las ricas depresiones de los departamentos de Santander del Sury del Norte, para alcanzar el Océano Atlántico en un buen puerto, como Santa Marta o más al Este. No se sabe todavía si este deseo de un enlace directo de Bogotá con el mar lo realizará la “Línea del Nordeste’ empresa acometida actualmente por Bélgica con admirable eficacia y empuje. Bogotá tiene que comunicar también lo más rápidamente posible, con el Océano Pacffico, máximo por cuanto ese enlace transversal debe superar la Cordillera Central entre Ibagué y Armenia. No existe la menor duda de que esas dos líneas principales se podrían sostener por sí mismas o, al menos, pagar los intereses del capital invertido.
En lugar de relegar a segundo término ante estas imprescindibles vías de comunicación las demás exigencias deferrocariles, por todas partes se empezaron obras de semejante género. El dinero recibido del exterior en forma de empréstitos se ha gastado ya, sin que las mínimas obras realizadas den para abonar los réditos correspondientes. A esto se suma que todas las líneas hasta ahora construidas son de vía estrecha y que ni en las curvas y subidas, como tampoco en los puentes y túneles, se ha pensado en una ulterior transición a la vía ancha (o normal). Si este cambio se hace necesario un día, los actuales trazados tendrían que ser modificados en su mayor parte. Ello tiene también capital importancia en cuanto a los muy deficientes accesos a las ciudades.
En Europa, la misma vía de ancho normal —la de mayor rendimiento— apenas está en situación de competir con el transporte por medio de camiones. ¿Cómo podrá lograrlo más tarde en Colombia la simple vía estrecha, cuyos costos de construcción, porotra parte, son allí incomparablemente más elevados a los de la vía ancha en los países europeos? Pa rece, por desgracia, una exageración, pero noporello es menos cierto, que en Colombia existen líneas férreas en las que el kilómetro de vía estrecha ha valido bastante más de un millón de francos suizos y que los gastos del trazado y tendido han representado medio millón aproximadamente. No obstante, los gastos de explotación de estas líneas quedan pronto cubiertos, y ello apesarde que las ta rifas para viajeros y mercancías no son especialmente altas en comparación con lo usual en Europa. Pero en cuanto a rapidez y comodidad, los trenes de allí son todavía bastante inferiores a los nuestros. En muchos recorridos funcionan diariamente solo uno o dos trenes de viajeros en cada dirección; tampoco el tráfico de mercancías es muy grande. Las empresasferroviarias, portal motivo, pueden mantener en límites reducidos sus gastos de personal y para material rodante; mas, por otro lado, deberían dedicar mayor atención a la amortización de las instalaciones. Existe además una ley según la cual los departamentos y las sociedades privadas reciben del Gobierno Nacional una aportación de 20.000 pesos (100.000 francos suizos) por cada kilómetro de vía que se entrega listo para el tráfico. Esta ley, realmente, ha fomentado mucho la construcción de vías férreas y ha permitido también a los departamentos pobres llevar a cabo grandes planes de tráfico de su propio interés